Decía Nelson Mandela que la educación es el arma más poderosa que podemos usar para cambiar el mundo. Y, en la época de vertiginosos cambios que vivimos, la incertidumbre que manejamos y la velocidad a la que se mueven las cosas, reinventar la educación (en el sentido formativo de la palabra) es, posiblemente, el inicio de un camino de transformación social, de creación de nuevas oportunidades personales y profesionales y de una mejora en el valor y las condiciones de empleabilidad.
En 1900 España contaba con una población donde el 65% de los habitantes se dedicaba al sector agrícola. Actualmente, tras la introducción de la tecnología en los distintos sectores, se ha reducido a poco más del 4% y el PIB se ha multiplicado más de 14 veces. Pero no solo eso, el proceso de industrialización ha permitido pasar de 18 millones y medio de ciudadanos a algo más de 47 millones, llegando a más de 20 millones de empleos. Fuimos capaces de generar nuevos empleos que anteriormente no existían. La industrialización y la tecnología generan puestos de trabajo y mejoran las condiciones y calidad de vida de los ciudadanos.
¿Qué pasará con el empleo si no nos adaptamos?
Un estudio de la Universidad de Oxford titulado The future of employment: How susceptible are jobs to computarisation? estima que cerca del 50% de los puestos de trabajo en Estados Unidos serán automatizables en el largo plazo, mientras que Mckinsey Global Institute habla de la automatización de cerca del 14% de los puestos para el 2030 en su estudio What’s now and next in analytics, AI and automation.
Si ponemos el foco en la automatización de procesos con alguna componente basada en inteligencia artificial, el doctor Kai Fu Lee, uno de los expertos más autorizados para hablar de IA estima, en su libro Superpotencias de la Inteligencia Artificial: China Silicon Valley y el nuevo orden mundial, que para 2035 un 40% de los trabajos serán realizado por algún sistema inteligente. Y este último dato es precisamente destacable, puesto que la IA no necesariamente desplazará a los humanos, más bien facilitará su trabajo, reducirá errores y mejorará la eficiencia de los procesos.
Por poner un ejemplo, en la actualidad existen algoritmos capaces de procesar imágenes (conocidos como redes neuronales convolucionales) de tumores con mayor precisión, mayor velocidad y el uso de menos recursos que un médico experto. Y este hecho no implica que los médicos desaparecerán. Simplemente agilizarán su trabajo y complementarán sus tomas de decisiones para minimizar errores. Dedicaremos a los médicos a la atención al paciente, a las personas. Una visión humanista que permitirá dotar a nuestra sanidad de un mejor servicio con un uso óptimo de recursos.
En ese contexto, tecnologías disruptivas como la inteligencia artificial van a generar un cambio de paradigma que afectara especialmente a sectores donde las tareas son altamente repetitivas y requieren de mano de obra intensiva. Y además lo hará (y lo está haciendo ya) de forma rápida en comparación a Revoluciones Industriales anteriores. Conducción autónoma, asistentes virtuales o incluso tareas creativas como la generación de obras arte a partir de una descripción dada en formato texto son ya un hecho con la aparición de las redes generativas o los modelos de difusión.
Por otro lado, las tasas de paro, y en particular las tasas de paro juvenil que se situaban a niveles del 30% en el primer trimestre del 2022 (datos del Instituto Nacional de Estadística) chocan de frente con la estimación que indica que si empresas y administraciones quisieran asumir todos los retos digitales que tenemos por delante en España, necesitaríamos más de un millón de puestos de trabajo directamente relacionado con las TIC y con perfiles STEM (perfiles relacionados con ciencias, tecnología, ingeniería o matemática). Perfiles que, además, gozan de unas condiciones laborales que superan los de la media española y donde las buenas condiciones económicas (que se dan por seguro) ya no son las únicas demandas de unos empleados que buscan más: proyectos que supongan retos intelectuales, flexibilidad horaria o movilidad, entre otras muchas y exigentes peticiones.
Por dar un dato más concreto, según la Encuesta Nacional de Innovación realizada por el INE en el año 2018, el 20% de las empresas limitan sus proyectos de innovación digital debido a la falta de personal cualificado.
Y precisamente son esta falta de perfiles cualificados en campos como el dato, la inteligencia artificial o las TIC en general, unido a la deslocalización de los puestos de trabajo acelerada por el COVID-19 (que facilita el acceso a mejores condiciones laborales fuera de nuestro país), las que están haciendo de teloneros a una guerra por el talento.
La creación de un nuevo empleo cualificado.
La creación de empleo pasa por la economía digital. La demanda y el conocimiento de tecnologías transversales a cualquier sector como la gestión del dato, la programación o las técnicas de inteligencia artificial, unidas con conocimiento de cualquier otra rama del saber (no necesariamente técnica) comienzan a ser fundamentales en cualquier ámbito, y lo serán más en los próximos años.
Para ello, lo primero que necesitamos es acercar el conocimiento de las ventajas en el uso de estas tecnologías (abanderadas por la inteligencia artificial) al ciudadano de a pie. Porque si llegamos hasta él, de forma divulgativa, estaremos llegando a muchos estratos intermedios que realmente se impliquen en este cambio. Y, junto con ello, modelar una estrategia de país que ponga la formación digital, intensiva en el dato, en el centro de la diana. Debemos ser conscientes que, en una sociedad global, la falta de digitalización, la ausencia de formación de perfiles digitales o la incapacidad para atraer talento puede generar brechas sociales importantes.
En esa línea se desarrolla el Plan España Digital 2025 impulsado por el Gobierno. En él se plantean diez ejes estratégicos, alineados con las políticas digitales definidas por la Comisión Europea y donde las mejoras en las competencias digitales en la ciudadanía, el alumnado (en edad escolar, formación profesional o universitario) y empresas, es uno de los ejes fundamentales. Por otro lado, el eje de Economía del Dato e Inteligencia Artificial refuerza la apuesta nacional por una sociedad intensiva en actividades relacionadas con tecnologías basadas en el dato. De nuevo, no habrá empleabilidad digital sin una fuerte apuesta por la formación.
Universidades, centros formativos y la nueva educación.
Por otro lado, debemos ser capaces de adaptar nuestras universidades y centros formativos a la agilidad del cambio tecnológico. Programas formativos basados en habilidades flexibles y de corta duración, donde el alumno sea capaz de adquirir habilidades técnicas altamente demandadas (gestión del dato, aprendizaje automático, arquitecturas de datos…) en pocos meses.
Y no solo desde las instituciones se debe realizar ese cambio. Como sociedad, debemos replantearnos la forma de entender la formación más allá de la búsqueda de un certificado. Por poner un ejemplo, las empresas punteras en el uso del dato a través de la inteligencia artificial como son Google, Amazon, Tesla, Microsoft o Apple, están comenzando a contratar perfiles no por sus títulos homologados, más bien por sus capacidades de resolución de problemas y habilidades técnicas demostrables.
Por su parte, Luis Moreno y Andrés Pedreño proponen en su libro Europa frente a EEUU: Prevenir el declive en la era de la Inteligencia Artificial una serie de propuestas para fomentar la educación y el empleo en datos, tales como introducir desde la educación primaria el pensamiento computacional, flexibilizar la oferta educativa en las universidades para mejorar la adaptación de éstas a un mercado laboral y unas necesidades de las empresas que cambian de forma rápida, o bien tomar el modelo de formación exprés que se desarrolla en Silicon Valley, y donde se forma en materias básicas para acelerar la incorporación de empleados a sus nuevos puestos de trabajo.
Algunos países como Japón, Israel o Corea del Sur (líderes en el desarrollo tecnológico y economía digital), que ya han incluido habilidades como el pensamiento computacional o la resolución de problemas analíticos en sus centros educativos, han conseguido disminuir la brecha social a través de la formación y educación digital. Además, son capaces de atraer mayores inversiones relacionadas con la tecnología por la posibilidad de un mejor acceso al capital humano que facilite la escalabilidad de las empresas.
El reto al que nos enfrentamos es enorme, y pasa por reformular la empleabilidad del futuro, aceptar y dar la mano a tecnologías disruptivas como la inteligencia artificial y volver a reintroducir a perfiles profesionales que han quedado anticuados en un nuevo sistema laboral más digital. Y debemos hacerlo de forma ágil. Todavía quedan opciones y uno de los principales caminos será a través del dato.